Bienvenidos al Tren

    

Un mundo imaginario lleno de ilusiones coloridas



¿Cuánto más faltará para que esta tierra –Tierra- se canse de nosotros y nos escupa sin piedad hacia las inmensidades del espacio, y pueda finalmente vivir en paz? Todavía está bastante calladita y tolerante, todavía respeta y todavía justifica; acciones que nosotros poco conocemos, y mucho menos valoramos. Está bastante quieta contemplando la autodestrucción de una especie que metió en la misma bolsa  al resto de las especies, y no se olvida de arrastrar cielo y tierra;  arrastrar, no pregunta, no respeta, y no escucha.
 Cómo seremos de egoístas que no nos importan las consecuencias, que no nos importa siquiera  ver sufrir a nuestra propia raza, porque todo lo que tocamos lo contaminamos; que no nos importa intoxicarnos cada día con el aire que respiramos, no nos importa agotar los recursos de las generaciones que vendrán. Hasta dónde llegará nuestra terquedad que planeamos e idealizamos  “sociedades mejores”, pero sin tener en cuenta que esas sociedades no van a tener ya una casa habitable.  Pensamos en los actores pero nos olvidamos del escenario. 
Y así como nosotros aprendimos a revelarnos ante un montón de injusticias, un día al mar le vamos a parecer injustos y va a querer cubrir nuestras grandiosas ciudades; a las montañas y a la tierra les vamos a parecer injustos y van a decidir  temblar y derrumbarse, hasta esparcirse sobre nuestras tan preciadas fronteras divisoras de especie;  el cielo, las nubes, el viento , se van a complotar y no van a tener ganas de llover más; y el Sol, que también nos cree injustos, se va a llenar de un enojo acalorado que va a incendiar nuestros campos de cultivos artificiales. Y sin embargo, en el centro de la tierra algo va a quebrarse, un  grito sordo, un lamento que se compadece y una tierra que no escupe sin piedad, porque la tierra es mucho más noble que nosotros, y hubiese preferido resolver las cosas de otra manera, de una forma verdaderamente “civilizada”, aunque no creo que la civilización sea la palabra indicada, siendo  la civilización de la que nosotros alardeamos esa misma civilización que destruye la vida. La tierra lo va a sentir, lo va a lamentar, pero suficiente tiempo nos habrá dado para que demos la vuelta atrás y  resolvamos vivir en un mundo mejor. Suficiente el tiempo para mirar más allá de nuestros propios pies, y decidir bajarnos del pedestal del Hombre, para comenzar a respetar lo que nos rodea  y nos permite desarrollarnos, para poder trabajar de igual a igual y crecer de igual a igual. Y comprender, finalmente, que no hay hombre sin tierra, pero sí puede haber tierra sin hombre.

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