Denme las palabras justas para expresar lo que siento.
Ya no me gusta lo que pienso, no le tengo la confianza suficiente como para llevarlo a enunciados, y mucho menos afirmarlo.
Y de lo que siento no vamos a hablar, porque ni yo entiendo de qué se trata. Me molesta, me molesto, me molestás. Vos, pensamiento que te aferrás a sentimientos que ni sé si existen, vos que no te conformás con nada y elaborás todo a tu gusto (sí, sólo tuyo, porque yo no lo comparto)
Explíquenme en qué momento la mente se apropia de todo tu cuerpo, de todo lo que puede, para tirar tu voluntad a la basura, y dominarte por completo. En qué maldito momento toda tu estructura que percibías tan firme, tan confiable, se desvanece, y te deja sólo ahí, a vos, en un oscuro cuarto, vacío y con un amargo sabor, dónde tu única compañía es ese pensamiento. Ese que te interroga, te confunde, te llena de sensaciones que no podés explicar; porque te está manejando, como si fueras un títere en medio de la función más triste. Te tocó un papel horrible, agotador, desesperante, pero no te queda otra, estás en escena, y tenés que fingir, tenés que hacer lo que el otro te impone, y pase lo que pase, no podés escaparte. Eso te lo dijo en el cuarto oscuro, antes de salir a escena. No le creíste, pero lo hacés igual. ¿Qué es lo que te pasa?
Mirá pensamiento, en el medio de estos renglones, descubrí algo, y seguro que vos ni te lo esperabas. Cada palabra iba gastando un poquito más esas cuerdas que me unían a vos, pero no me liberé, claro que no. Tampoco es lo que quiero. En verdad necesito tu presencia para ser yo, pero no la de ese cuarto. Necesito el control que a veces vos me robás, pero reconozco mis debilidades, que no son pocas. Soy tan endeble que a veces pienso que voy a caer eternamente. Pero vos también lo sos, y divagás tanto que me das lástima. Preferiría aliarme a vos, y ser una fuerza potente y válida. Preferiría que me dejes los sentimientos a mi, de esos me puedo encargar sola; ya les elegí una tarea y se que van por mejor camino.
Y a vos quiero tratar de entenderte. ¿Por qué hacés lo qué hacés? ¿Y por qué yo te hago caso? Se acabó. No te lo esperabas, y debo decirte que yo tampoco. Empecé estas líneas siguiendo un camino hacia ningún lugar. Pero acá estoy ahora. Basta de confusiones. No voy a lastimarme más por tu culpa, no voy a lastimar más. Podemos hacer las cosas bien. Pensar y sentir, sentir y pensar; pensar lo que siento y sentir lo que pienso. Una persona auténtica y transparente, acciones acordes a toda esa maquinaria que funciona en cada uno. Tus cuerdas flojas, pero confiables, démosle forma a todo esto que brota en el ser humano, y dejemos jugar con libertad a los sentimientos, que al fin y al cabo ellos saben más que nosotros.
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